martes, noviembre 29, 2016

Todavía

Pasaron tres meses del primer día. Todavía me despierto a la madrugada, antes que amanezca, tal vez por esa necesidad de salir a caminar con el aire fresco de la noche. Tal vez porque todavía no volví a acostumbrarme a mi cama o a Buenos Aires. Creo que podría acostumbrarme a cualquier ciudad pero nunca a Buenos Aires. Es esa rebeldía chiquita de no querer ceder: nunca a Buenos Aires.
Todavía extraño la tortilla de cada desayuno, todavía me sorprendo a veces pensando y hablando sola en inglés, todavía brindo por un día más, todavía me duelen los pies. Todavía sigo sin saber para qué me fui, ni porqué volví. Todavía creo que soy igual de valiente que cobarde, todavía lloro por cualquier cosa. Todavía tengo el impulso de querer salir corriendo, o esos abrazos al final del día, los de recompensa por haber llegado, todavía los necesito. Colecciono un montón de todavías. Por ejemplo todavía no guardé la mochila y compré botas nuevas, just in case...

Todavía soy una extraña en todos lados, tendría que ir a ver si allá también.